Biografía de José Calvo Sotelo (Su vida, historia, bio resumida)
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José Calvo Sotelo

(16/05/1893 - 13/07/1936)

José Calvo Sotelo


José Calvo Sotelo

Político y abogado español



José Calvo Sotelo nació el 16 de mayo de 1893 en Tuy, Pontevedra.

Realizó sus estudios en los Institutos de La Coruña y Lugo, y obtuvo la licenciatura en Derecho en Zaragoza.

En 1916, logró una plaza en la Administración del Ministerio de Gracia y Justicia, accediendo por oposición al Cuerpo de Abogados del Estado. En 1915 fue nombrado Secretario de la Sección de Ciencias Morales y Políticas y en 1917 comenzó a enseñar en la Universidad como Profesor.


Desde su juventud, formó parte de los mauristas, obteniendo en 1919 un escaño como Diputado por el distrito de Carballino y, en 1921, el nombramiento como Gobernador Civil de Valencia. Durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, implementó varias reformas en el ámbito político-administrativo desde su cargo de director general de la Administración. En 1925, asumió el puesto de Ministro de Hacienda.

En 1927, fue designado miembro de la Asamblea Nacional Consultiva, donde tuvo un rol destacado en la elaboración del Estatuto Municipal.

Durante la II República, lideró una facción de la extrema derecha tras no ser admitido en Falange. En 1933, fue elegido diputado por la provincia de Orense.

En 1934, se exilió a Portugal y luego a Francia tras la Revolución de Octubre, regresando a España en 1935.


El 13 de julio de 1936, fue asesinado por un grupo incontrolado "como represalia por el homicidio del teniente socialista Castillo a manos de fuerzas de extrema derecha". Este hecho precipitó la Guerra Civil, cuyo verdadero origen fue la rebelión militar que se había estado gestando durante meses. Calvo Sotelo fue considerado por los sublevados en julio de 1936 como su primer mártir.


Obras

Estudio económico de la Hacienda Española (1929)
En defensa propia (1932)
Mis servicios al Estado. Seis años de gestión (1931)
La voz de un perseguido (1933)
El capitalismo contemporáneo y su evolución


Extractos de su discurso ante las Cortes del 16 de junio de 1936:

[...] todas las fórmulas de convivencia social y política pueden reducirse a dos: orden consentido y orden impuesto. El régimen de orden consentido se funda en la libertad; el régimen de orden impuesto se funda en la autoridad. España está viviendo un régimen de desorden, de desorden no consentido ni arriba ni abajo, sino impuesto desde abajo a arriba. Por consiguiente, el régimen español, que no se ha podido prever en esas fórmulas del tratadista antes citado, es un régimen que no se funda ni en la libertad ni en la autoridad. No se funda en la autoridad, aun cuando se diga que su sostén principal es la democracia; muy lejos me llevaría un análisis del sentido integral de ese vocablo; no lo intento, pero me vais a permitir que escudriñe un poco en el concepto degenerativo con que ahora se vive la democracia. España padece el fetichismo de la turbamulta, que no es el pueblo, sino que es la contrafigura caricaturesca del pueblo. Son muchos los que con énfasis salen por ahí gritando: «¡Somos los más!» Grito de tribu --pienso yo--; porque el de la civilización sólo daría derecho al énfasis cuando se pudiera gritar: «¡Somos los mejores!», y los mejores casi siempre son los menos. La turbamulta impera en la vida española de una manera sarcástica, en pugna con nuestras supuestas «soi disant» condiciones democráticas y, desde luego, con los intereses nacionales. ¿Qué es la turbamulta? La minoría vestida de mayoría. La ley de la democracia es la ley del número absoluto, de la mayoría absoluta, sea equivalente a la ley de la razón o de la justicia, porque, como decía Anatole France, «una tontería, no por repetida por miles de voces deja de ser tontería». Pero la ley de la turbamulta es la ley de la minoría disfrazada con el ademán soez y vociferante, y eso es lo que está imperando ahora en España; toda la vida española en estas últimas semanas es un pugilato constante entre la horda y el individuo, entre la cantidad y la calidad, entre la apetencia material y los resortes espirituales, entre la avalancha brutal del número y el impulso selecto de la personificación jerárquica, sea cual fuere la virtud, la herencia, la propiedad, el trabajo, el mando; lo que fuere; la horda contra el individuo. Y la horda triunfa porque el Gobierno no puede rebelarse contra ella o no quiere rebelarse contra ella, y la horda no hace nunca la Historia, Sr. Casares Quiroga; la Historia es obra del individuo. La horda destruye o interrumpe la Historia y SS. SS. son víctimas de la horda; por eso SS. SS. no pueden imprimir en España un sello autoritario. (Rumores.) Y el más lamentable de los choques (sin aludir ahora al habido entre la turba y el principio espiritual religioso) se ha producido entre la turba y el principio de autoridad, cuya más augusta encarnación es el Ejército. Vaya por delante un concepto en mi arraigado: el de la convicción de que España necesita un Ejército fuerte, por muchos motivos que no voy a desmenuzar. (Un Sr. Diputado: Para destrozar al pueblo, como hacíais.) Entre otros, porque de un buen Ejército, de tener buena aviación y buenos barcos de guerra depende, aunque muchos materialistas cegados no lo entiendan así, incluso cosa tan vital y prosaica como la exportación de nuestros aceites y de nuestras naranjas. Hecha esta declaración, he de decir a su señoría, Sr. Ministro de la Guerra, celebrando su presencia aquí, que lamentablemente se están operando fenómenos de desorden que ponen en entredicho muchas veces el respeto que nacionalmente es debido a ciertas esencias institucionales de orden castrense. Yo bien sé que algunos posos históricos de aquella tosquedad programática que poseían los partidos republicanos del siglo XIX, han creado viejas figuras y arcaicas actuaciones republicanas, un ambiente de entredicho, de prevención, de recelo hacia los principios militares, que acaso se puede calificar de antimilitarismo y que, sin duda alguna, por fuerza de ese impulso transmitido de generación en generación, ha llevado a nuestra Constitución algún que otro precepto de dudoso acierto, como, verbigracia, el que suprime los Tribunales de honor y el que excluye de manera permanente de la más alta jerarquía de la República a los generales del Ejército. Este hecho, que es tanto un hecho histórico como un hecho actual, explica sin duda cierta falta de tacto --siempre exquisito debiera prodigarse-- en las conexiones de la política estatal con la vida militar. ...

*buscabiografias.com

Biografía de José Calvo Sotelo

Autor: Víctor Moreno, María E. Ramírez, Cristian de la Oliva, Estrella Moreno y otros
Website: buscabiografias.com
URL: https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/3767/Jose%20Calvo%20Sotelo
Publicación: 22/12/2005
Última actualización: 13/07/2024

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